El mal ejemplo del Paro Regional del Pacífico

Si en otras protestas el Gobierno actuó promoviendo la estigmatización, el odio y la desinformación a través de los medios privados de comunicación, en el Paro Regional del Pacífico su fin estuvo enfocado en silenciar cualquier resonancia posible.

Municipio de Santa Bárbara de Iscuandé, Nariño. Marcha contra los corruptos

2014/ Septiembre 2/ Por: Alexander Escobar

Desconocer alcaldes, bloquear el comercio y el transporte, son acciones que contienen elementos de un levantamiento popular y que traspasan las fronteras de un paro cívico. Esto fue lo que atemorizó al Gobierno del Paro Regional del Pacífico contra la corrupción, una protesta masiva que durante once días se desarrolló en once municipios de la Costa Pacífica nariñense y caucana desconociendo a quienes ostentan el poder. No importa que los fines del paro no hayan sido insurreccionales, o que buscasen derrocar o sustituir a mandatario alguno por una junta de gobierno popular, proponemos hablar en términos de levantamiento porque lo importante son los efectos en el imaginario de los pobladores de la Costa Pacífica que perdieron el miedo al poder institucional, lo cuestionaron y enfrentaron, efectos que el Gobierno hoy quiere borrar y silenciar.

Inicio del levantamiento

El 10 de agosto el miedo se apoderó del Gobierno colombiano. Sus esfuerzos por detener el Paro Regional del Pacífico contra la corrupción habían fracasado, y once municipios atendían el llamado a levantarse en los departamentos de Cauca y Nariño. No sirvieron los intentos de estigmatizarlo con las voces de alcaldes y la Fuerza Pública de municipios como Guapi, donde el 6 de agosto señalaron de terroristas a los organizadores del paro en una reunión convocada para los comerciantes; o como sucedería el 9 de agosto en el municipio de Mosquera, donde la Fuerza Pública acusó al líder Heriberto Campaz de promover un “paro armado” de la guerrilla en la región.

Mucho terror promueve quien teme por sus actos criminales. Derechos fundamentales masacrados, saqueo del territorio a través de concesiones otorgadas a multinacionales, paramilitarismo, clientelismo y corrupción sistemática, definen la política de Estado que teme al pueblo cuando éste se levanta, y que utilizando la Fuerza Pública y los medios de comunicación privados trata de atemorizarlo para que desista de su osadía.

Pero el pueblo se levantó, no se dejó amedrentar. El Charco, La Tola, Mosquera, Santa Bárbara de Iscuandé, Olaya Herrera, Magüi Payán, Roberto Payán y Barbacoas fueron los ocho municipios que se levantaron en Nariño; y Guapi, Timbiquí y Lopez de Micay, los tres del Cauca que desde el 10 de agosto hicieron parte del paro.

El ocultamiento

Si en otras protestas el Gobierno actuó promoviendo la estigmatización, el odio y la desinformación a través de los medios privados de comunicación, en el Paro Regional del Pacífico su fin estuvo enfocado en silenciar cualquier resonancia posible. No se conoce comunicado público del Gobierno para un paro que durante once días mantuvo a once municipios de la Costa Pacífica en un levantamiento que desconoció la representatividad institucional cerrando alcaldías y paralizando el comercio y el transporte.

El hecho sienta un nuevo precedente dentro de las confrontaciones entre los poderes del Estado y el pueblo movilizado, en tanto que ejemplifica que la represión no solo está basada en la imposición de la fuerza por medio de las armas y los aparatos de seguridad estatales, sino que también se da en términos del ocultamiento de su realidad cuando un levantamiento masivo representa un “mal ejemplo” a seguir por los demás sectores de la sociedad.

Municipio de Magüi Payán, Nariño. Desarrollo del Paro Regional del Pacífico

Once municipios en paro fue noticia que no tuvo relevancia en los medios de comunicación que ostentan el monopolio de la audiencia en el país. Solo alguna información por radio y prensa escrita llegó a circular, y en televisión quizá tres o cuatro noticias fueron presentadas por las grandes cadenas televisivas[1]. Ni siquiera los acuerdos firmados entre el Gobierno y los voceros de los manifestantes tuvieron el despliegue noticioso que significaba poner fin a las actividades del paro.

El mensaje del Gobierno a los medios fue claro: el Paro Regional del Pacífico contra la corrupción no tuvo inició ni final, simplemente no existió, y su “mal ejemplo” debe ser olvidado. Y claro también fue el mensaje de los medios: somos una vergüenza nacional que atiende las agendas del Gobierno y no las necesidades de la comunidad.

“Pacífico” no implica que no existan acciones de hecho

El fracaso de no lograr contener el levantamiento en once municipios del país, es una derrota que la propaganda del Gobierno trata de convertir en un juego de palabras para desconocer la contundencia de las acciones de hecho que le obligaron a sentarse a discutir con los manifestantes. Analicémoslo mejor. ¿Por qué este paro es considerado como “pacífico”, y otros no? ¿Si las alcaldías de ciudades como Cali y Bogotá fuesen cerradas y tomadas por manifestantes, cuál sería el desenlace? La orden de desalojo sería inminente, y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) llegaría para acabar con la protesta. Igual sucedería si en vez de bloquear el tránsito de lanchas, se bloquearan las carreteras del país.

Los desenlaces violentos en las manifestaciones pacíficas son consecuencia de la represión contra la protesta social. Si las alcaldías de Cali y Bogotá hubiesen sido bloqueadas, la Fuerza Pública actuaría causando heridos y detenidos, y el Gobierno emitiría un comunicado rechazando “las vías de hecho y las acciones violentas” de los manifestantes. Extraño resulta entonces que el cierre de alcaldías de municipios como Santa Bárbara de Iscuandé y Magüi Payán no fuera considerado como actos violentos y acciones de hecho a rechazar. La no llegada del ESMAD para contener las protestas en los once municipios de la Costa Pacífica obedece a una decisión del Gobierno de no llamar la atención sobre el paro y evitar la radicalización del mismo, y también se debe a las dificultades demográficas de la zona que obligarían a diseñar un operativo sin precedentes en la historia de Colombia.

Se equivocan por tanto quienes hablan del Paro Regional del Pacífico como una protesta pacífica, y se equivocan no porque no lo sea, se equivocan porque lo hacen para estigmatizar las acciones de hecho que utiliza el pueblo colombiano como única vía para ser escuchados y exigir sus derechos, acciones de hecho que las comunidades de la Costa Pacífica nariñense y caucana utilizaron al igual que las han empleado otras protestas pacíficas y paros desarrollados en el país.

Lo que preocupó y preocupa al Gobierno

Las exigencias del paro están contenidas en el Mandato por la vida digna y contra la corrupción que comprende once puntos que serán discutidos en la Mesa Subregional del Pacífico nariñense y caucano. La conformación de la Mesa es producto de las exigencias de los manifestantes donde convergen los once municipios que se levantaron contra la corrupción. Esto último, el robo y saqueo sistemático del presupuesto público, es lo que preocupa al Gobierno desde el inicio: miles y miles de personas levantadas contra los poderes institucionales debido a la corrupción y el clientelismo que caracteriza a los mandatarios de estos municipios. Porque corrupción, robo y saqueo es la constante en el país, y esa constante puede replicar en otros levantamientos que pondrían al Gobierno en una situación complicada donde tendría que entrar a reprimir las protestas contra el robo y saqueo que sostiene a los poderes que gobiernan. La indignación sería enorme y la represión del Estado radicalizaría la situación desprestigiando a los poderes institucionales por completo y, por tanto, provocarían la pérdida definitiva del respeto hacia ellos. Un Gobierno que reprime para proteger a los corruptos quedaría en evidencia, y la indignación daría paso al surgimiento de movimientos cívicos que se articularían con procesos organizativos ya existentes que trabajan para alcanzar la paz con justicia social y la construcción de una nueva sociedad...

La preocupación del Gobierno se mantiene. La conformación de la Mesa Subregional del Pacífico nariñense y caucano es solo el primer paso de un triunfo histórico de las comunidades que derrotaron las situaciones adversas de protestar en medio del aislamiento, la propaganda negra del Gobierno y el silencio infame de los medios de comunicación.

El Paro Regional del Pacífico fue un hecho sin precedentes en Colombia debido a sus protagonistas y la forma como el Gobierno actuó para silenciarlo. Nuevos rostros y líderes conocimos durante un levantamiento descentralizado y diferente a los movimientos sociales que tienen presencia en la capital del país, y con una duración de once días donde habitantes de once municipios desconocieron a los poderes institucionales locales. Es casi inimaginable el escenario de resistencia que se produjo y que por todos los medios quiere ocultarse, pues estamos hablando de una población cercana a las 240 mil personas que de una u otra forma apoyaron el levantamiento y que ahora dejan al Gobierno temeroso de lo que pueda suceder.


La dignidad de las comunidades de la Costa Pacífica estalló en un acto de rebeldía que a pesar de tener todo en contra hizo de la resistencia un acontecimiento novedoso muy al estilo de la región: un levantamiento con toda la alegría, los anhelos, la marimba, la voz y el sacrificio de quienes con consignas y cantos empezaron a dibujar su rostro en los ríos olvidados del país. Es toda esa gente protestando lo que el sol refleja hoy, y que empezaron a salir de los ríos, de los esteros y playas, para confrontar la injusticia con su imagen plasmada en la memoria de cada atardecer.



[1] Tres medios de comunicación alternativa cubrieron permanentemente las protestas: Celuloide, Décima Comuna y REMAP (Red de Medios Alternativos y Populares). También se destaca los informes realizados por el medio local de la ciudad de Cali PaZífico Noticias, el seguimiento de los medios alternativos, y la nota especial realizada por la Revista Semana, El paro invisible contra la corrupción.

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