Las escuelas de formación política se han caracterizado por reivindicar aquellos líderes que han luchado por la defensa de sus territorios. Por ello cada escuela ha sido representada con el nombre del líder indígena más relevante, sin desconocer el aporte que otros compañeros han realizado en sus respectivas comunidades.
2015/ Marzo 13/ CONPI/ Por: Participantes escuelas de formación
En el momento que surge la Coordinación Nacional de Pueblos Indígenas de Colombia (CONPI), se crea la comisión de educación e investigación, que tiene como objetivo llegar a todas las comunidades indígenas con escuelas de formación
política, talleres sobre temas de gran importancia para las comunidades y
capacitar a líderes que ayuden a fortalecer sus procesos de base, en este caso
los cabildos, e identificar las diferentes problemáticas para consolidar la
propuesta de la coordinación.
La
organización y formación política es la base de toda sociedad y tiene como
objetivo formar sujetos políticos que ayuden en la construcción de mejores sociedades
teniendo en cuenta el contexto social, político o cultural de cada
pueblo.
Las
escuelas de formación política se han caracterizado por reivindicar aquellos
líderes que han luchado por la defensa de sus territorios. Por ello cada
escuela ha sido representada con el nombre del líder indígena más relevante,
sin desconocer el aporte que otros compañeros han realizado en sus respectivas
comunidades.
Si
bien la educación formal sólo ha servido para enervar la forma de pensar de los
indígenas, llevándolos cada día a aceptar la historia de los que en otrora “vencieron”,
es necesario también socavar en la historia de los pueblos para que recuperen
su memoria y así lograr mantener la esperanza y fortaleza de continuar
perviviendo como pueblos indígenas.
Precisamente,
las tres escuelas de formación política y organización que se llevaron a cabo
con la comunidad indígena del pueblo Embera Katio en el departamento de Córdoba,
surgieron como iniciativa de los campesinos asociados en ASODECAS (Asociación
Campesina para el Desarrollo del Alto de Sinú), como una forma de ofrecer al
pueblo Embera Katio la posibilidad de informarse sobre sus derechos, y la
necesidad de que juntos comprendan las problemáticas que se avecinan sobre sus
tierras ancestrales, hasta el punto de su desaparición como pueblos.
Sabemos
que el campesinado no escuchó al líder indígena Kimi Pernia Domico cuando les
habló sobre la construcción de la represa Urrá y en ese entonces no se
solidarizó para hacer resistencia. En esta ocasión es el campesino el que se
acerca a las comunidades indígenas para que juntos unan esfuerzos de lucha y
resistencia frente a las pretensiones de las empresas transnacionales, que
nuevamente buscan inundar sus tierras.
En
estos espacios de formación nos encontramos con un alto grado de
desconocimiento que tienen las comunidades en materia de legislación indígena,
sobre sus derechos como pueblos ancestrales, y aún más sobre las diferentes
políticas económicas extractivistas que se han diseñado sobre sus territorios.
En este sentido podemos decir que el Estado colombiano no está interesado en
socializar sus intereses sobre el territorio, y que algunos dirigentes se han
despreocupado en mantener a sus comunidades informadas, generando con ello abandonó no sólo del
Estado sino de las organizaciones que los representan como indígenas.
Frente
a lo anteriormente mencionado nos surgen los siguientes interrogantes:
¿En
manos de quién está la “representación” de los pueblos indígenas? ¿Qué
pretenden al no formarlos políticamente y peor aún, usar mecanismos de
intimidación para que a nivel individual, como sujetos políticos autónomos, no
busquen profundizar en temas como la administración pública, el sistema general
de participación (SGP), o cómo se distribuyen sus recursos girados desde el
Estado?
Es
necesario prestar suma importancia a estos interrogantes. Somos conscientes de
que surgirán más en la medida que avancemos en estos espacios formativos, pero
ya es competencia y total responsabilidad de sus autoridades dar respuesta a
muchas inquietudes que tienen los comuneros.
Se
ha hecho hincapié en algunos de los temas abordados, tales como la historia y
legislación indígena, los Derechos Humanos, la consulta previa y el proceso de
paz, desde el acumulado de saberes y diálogos acordados con la misma comunidad
que permiten avanzar en el carácter político y organizativo de las
comunidades, generando una respuesta clara sobre el objetivo de las escuelas.
Valoramos
y resaltamos el valor de la participación de la mujer, de los mayores, de
algunas autoridades y profesores, quienes a su vez ayudaron como
traductores. El compromiso adquirido por cada delegado es continuar la
formación política y organizativa y reproducir tal conocimiento al interior de
cada comunidad, responsabilidad que es de suma importancia.
Al
terminar este primer proceso de las escuelas, queda el compromiso de avanzar en
la formación en temas como: administración pública, mecanismos de participación
política, gestión, entre otros.
Además,
está trazado crear espacios y grupos de investigación sobre su cultura, y avanzar
en la creación del grupo de mujeres, de la guardia indígena y una comisión de
derechos humanos; se buscará también visibilizar la problemática de la región a
través de la comunicación popular y realizar las denuncias ante entidades
de carácter nacional e internacional, pero ante todo formar desde la comunidad
un nuevo relevo generacional que adquiera el compromiso de defender y avanzar
en la recuperación del territorio, fortalecimiento, organización y
autodeterminación como pueblos indígenas.
Destacamos
el trabajo de articulación solidario, fraternal y de unidad de ASODECAS, permitiendo
con ello cada día aunar esos lazos de fuerza para la lucha y resistencia en
defensa de los territorios, aumentando los espacios de unidad con el movimiento
social en Colombia y aquellos que, sin intereses económicos de por medio, deseen
caminar hacia la formación y organización, en sintonía con las decisiones del
país y el alcance de una paz con justicia social.
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