GRAN REPORTAJE
Los guerrilleros se
preparan para la paz
Los excombatientes, unos 7.000, están identificados y agrupados en 26
campamentos levantados en la Colombia olvidada, donde las FARC tuvieron una mayor
presencia durante la guerra
Por: Francesc Relea; Revista Contexto
Guerrilleros en formación, en el campamento Simon Trinidad (departamento de la Guajira).
CALI | 30 DE MAYO DE 2017
Más de 7.000 guerrilleros se preparan en Colombia
para una nueva vida sin armas. Están concentrados en campamentos provisionales
en distintos puntos del país, a la espera de reintegrarse en una sociedad que
no les recibirá con los brazos abiertos. Muchos de ellos sólo han conocido la
Colombia rural más olvidada por el Estado, donde las FARC garantizaban la ley y
el orden, su ley y su orden, administraban su justicia y regulaban la economía
ilegal. Atrás quedan 52 años de conflicto armado, con 8,4 millones de víctimas,
según la cifra del Registro Único de Víctimas, entre muertos, desaparecidos,
secuestrados, mutilados y desplazados.
La terminal de transporte público de la ciudad de
Cali está a rebosar. Los microbuses que cubren las rutas a distintos puntos de
los departamentos del Cauca y del Valle del Cauca van atestados. Una mujer
mulata sube con sus dos hijos, cargada con el equipaje y bolsas de frutas y
verduras. El cobrador grita los nombres de las próximas paradas: Suárez, Puerto
Bolívar, Timba… No para de llover. Mi destino es Timba, adonde llego al caer la
noche.
A las 6 de la mañana del día siguiente salimos en
la moto de Junior, un muchacho de 16 años despierto como un lince, que me
explica que quiere estudiar medicina deportiva en Cuba, “porque los médicos
cubanos son los mejores del mundo”. Son dos horas de viaje por una trocha llena
de piedras y barro. El río Cauca nos acompaña buena parte del trayecto.
Plantaciones de caña de azúcar, café, yuca, maracuyá, plátano… Y de coca; ahí
están a la vista en varias laderas del valle cultivos de hoja de coca,
ingrediente principal de la pasta base y de la cocaína, origen de muchos de los
males de Colombia.
Durante décadas el departamento del Cauca ha sido
un territorio en disputa entre distintos actores armados, narcotraficantes,
guerrilla, ejército, paramilitares, que han impuesto su presencia a punta de
fusil ante el vacío de instituciones del Estado. Aquí se han librado duros
combates por el control de un corredor estratégico de armas, droga y
contrabando, cerca del océano Pacífico, con una gran riqueza natural y
principal fuente hídrica del país, donde nacen los ríos Cauca y Magdalena. Desde
los años 60 ha sido un baluarte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC).
Un puesto de control del Ejército marca el inicio
del primer anillo de seguridad alrededor del campamento donde está concentrado
un contingente de guerrilleros desmovilizados de las FARC. Un soldado muy joven
pregunta: “¿Dónde van? ¿Me permite su documento?”, una llamada por
radioteléfono para pedir instrucciones y “OK, puede pasar”. El siguiente anillo
lo conforman los observadores de la ONU del Mecanismo de Monitoreo y
Verificación (MM&V), que supervisan el proceso de desarme de los
excombatientes para su reintegración a la vida civil, y el respeto del cese el
fuego y de hostilidades.
La firma de la paz entre el Gobierno del presidente
Juan Manuel Santos y las FARC después de 52 años de guerra ha abierto una etapa
histórica. Queda un largo camino por recorrer, pero nunca el movimiento
insurgente más antiguo y poderoso de América había llegado tan lejos. Hoy,
todos los guerrilleros, unos 7.000, están identificados y agrupados en 26 Zonas
Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) y Puntos Transitorios de
Normalización (PTN). Son campamentos levantados en la Colombia olvidada, donde
las FARC tuvieron una mayor presencia durante la guerra. “Esa otra Colombia que
miramos de reojo desde las grandes ciudades”, en palabras de la escritora y
periodista Pilar Lozano.
Llegamos a la zona veredal Carlos Perdomo, en el
municipio de Caldono, a la misma hora que el primer camión con suministros. Los
guerrilleros no visten de camuflaje sino de civil, y en lugar del fusil al
hombro usan libretas y ordenadores. En medio del cacareo de las gallinas, hay
clase de pedagogía de paz. Una docena de estudiantes de la Universidad de
Cauca-Popayán colabora en las tareas de formación. “Explicamos los acuerdos de
La Habana a guerrilleros y a vecinos de las comunidades”, comenta Carlos Mario
Vidal, estudiante de Ciencias de la Educación.
Panorámica del valle desde el campamento Carlos Perdomo. /F.R
.
Por estos talleres de pedagogía de paz pasan
campesinos, indígenas y afrodescendientes, miembros de sindicatos, grupos de
mujeres, organizaciones de víctimas, colectivos artísticos… Uno de los retos de
las FARC en esta nueva etapa es vencer el recelo y la desconfianza de una
población que ha sido muy golpeada. “Como comunidades indígenas anhelamos la
paz, porque hemos padecido el rigor de la guerra”, dice José Wilman Tumbo
Chepe, vicegobernador del cabildo indígena Nasa de Pueblo Nuevo, de 6.700
habitantes.
La instalación de los campamentos, donde están
concentrados los antiguos combatientes antes de su reintegración a la vida
civil, no ha estado exenta de polémica. En el Cauca, por ejemplo, de los seis
cabildos Nasa afectados, tres apoyan la presencia de la guerrilla y tres están
en contra. “Llevará tiempo conseguir un consenso, tenemos que seguir dialogando
y haciendo pedagogía”, subraya el vicegobernador Tumbo Chepe. Una labor
pedagógica imprescindible para contrarrestar la intensa campaña de los enemigos
del acuerdo de paz.
El expresidente Álvaro Uribe encabeza la oposición
de la derecha más recalcitrante, que pone todo tipo de trabas para dificultar
la aplicación de lo pactado. El Tribunal Constitucional ha aceptado uno de sus
recursos, que deja sin efecto la vía rápida de aprobación parlamentaria de
numerosos decretos y leyes contenidos en el acuerdo de paz. Sin la luz verde
del Congreso lo firmado por el Gobierno y la guerrilla sería papel mojado. Éste
es, simple y llanamente, el objetivo del uribismo: convertir en interminables
los debates parlamentarios para ganar tiempo, con la mirada puesta en las
elecciones de 2018. El panorama apocalíptico que describen Uribe y sus peones
roza la paranoia.
Un guerrillero, con sus dos hijas en el campamento Carlos Perdomo (departamento del Cauca). /F.R.
Colombia tiene el índice de violencia más bajo de
los últimos 50 años gracias al cese el fuego y de hostilidades bilateral
respetado por el Ejército y las FARC, y el presidente Santos asegura que el
proceso no tiene marcha atrás. En esta misma Colombia los uribistas repiten una
y otra vez que harán “trizas” el acuerdo de paz si ganan los comicios del año
próximo. Una de las voces más incendiarias es, sin duda, la de Fernando
Londoño, cuyo currículum habla por sí solo: actual director honorario del
Centro Democrático, el partido de Uribe, ministro del Interior y Justicia entre
2002 y 2004, posteriormente destituido e inhabilitado por 15 años por conflicto
de intereses y abuso de autoridad, y víctima de un atentado en 2012. “Los
criminales están gobernando la nación”, ha escrito Londoño, que en la reciente
convención de su partido dijo solemnemente: “Nos robaron la patria y la vamos a
recuperar”. Y concluyó su discurso en su habitual tono amenazante: “¡Nos espera
un camino de sangre, sudor y lágrimas! Pero Colombia bien vale la pena”.
Lucía González, asesora hasta fecha reciente de la
Oficina del Alto Comisionado para la Paz y luchadora incansable contra la
violencia, vislumbra “un escenario de torpeza e incapacidad” en la mayoría de
partidos políticos. “La oposición de Uribe hace un daño descomunal, histórico.
Pero Uribe existe porque existe esta sociedad de ignorantes”. González, antigua
directora del Museo de la Memoria de Medellín, cree “en la voluntad de la
guerrilla a favor de la paz” y en su ilusión de vivir: “Lo explica la cantidad
de embarazos y nacimientos de los últimos tiempos en las filas de las FARC”.
En el campamento Carlos Perdomo hay varias
guerrilleras-mamás. Como Alba Valencia, de 35 años, que tuvo un bebé hace dos
años, en pleno proceso de paz. Su vida ha sido la guerrilla. Ingresó en las
FARC cuando cumplió 15 años, y a los 16 participó en su primer combate. “Fue la
toma de un pueblo, me quedé con otra unidad vigilando si llegaba el enemigo.
Hubo varios muertos”. ¿El futuro? “Quiero trabajar por la paz, tener a mi hijo
conmigo, enseñarle, crear una familia y estudiar mucho”. Tiene dudas, “no sé si
el Estado nos va a cumplir”, y temores: “El arma era nuestra defensa. ¿Y
ahora?”
Me llama la atención otra mujer, que se mueve como
una ardilla de un lado a otro del campamento. Da instrucciones, revisa los
turnos de guardia, conversa con un grupo de civiles, recibe a los observadores
de la ONU. Marcela González, de 50 años, formó parte de la delegación de la
guerrilla en las negociaciones en La Habana y era la segunda comandante de la
columna móvil Jacobo Arenas, una de las unidades de élite de las FARC. A las 9
de la noche, cuando el campamento está en silencio, nos sentamos a conversar en
una tienda de campaña.
Marcela González, más de 30 años en las FARC. / F. R
“Cuando cumplí 18 años le dije a mi padre: Me voy
para las FARC. Me contestó: No me vaya a defraudar, no puede volver por
cobarde, y si se queda embarazada no me traiga los hijos para que yo los crie.
Me fui y empecé a asumir la vida de guerrillera”. La voz de Marcela se
entrecorta cuando recuerda que en 30 años sólo vio una vez a su padre. “Nuestra
familia han sido los compañeros y compañeras, con los que hemos caminado
juntos. Quiero trabajar en el nuevo partido político que vamos a crear. Sin
armas. No será fácil, porque hay una gran distancia entre la dinámica
guerrillera y la vida civil”.
Colombia está en un camino lleno de obstáculos. Los
enemigos de la paz son poderosos y está muy presente el fracaso de anteriores
acuerdos. Juan González, de 50 años, ingeniero, militó ocho años en el
movimiento guerrillero M-19. Abandonó las armas para dedicarse a la política, y
volvió a empuñarlas ante los asesinatos de compañeros desmovilizados. Ingresó
en las FARC, volvió a las trincheras, fue capturado y acabó en la cárcel. “Con
el acuerdo firmado no hemos hecho la revolución, pero hemos obligado al Estado
a reconocer que la guerrilla no es una banda terrorista”.
Juan González instruye a guerrilleros y civiles en
un taller de pedagogía de paz. “Le digo a los compañeros más jóvenes, si no nos
quedó grande hacer guardias, la clandestinidad, abandonar la familia… no nos
quedará grande el trabajo social. Tenemos que prepararnos para el nuevo tiempo
que viene. Yo seguiré jodiendo a través del nuevo movimiento político que surja
de las FARC, que tiene que construirse sobre la ética. Fuimos brillantes en el
terreno militar, tenemos que ser brillantes en la política”, dice este veterano
guerrillero, padre de dos hijas.
“EN LOS AÑOS
90 LA GUERRILLA TUVO UN FRENTE URBANO QUE SE NUTRIÓ DE ESTUDIANTES”
Pese a que la mayoría de los integrantes de las
FARC procede del mundo rural, en los años 90 la guerrilla tuvo un frente urbano
que se nutrió de estudiantes. Como Antonio Ospina, de 29 años, que está
convencido de que el futuro partido de las FARC ampliará su fuerza si puede
ejercer libremente la actividad política. “Tenemos 15 años por delante para que
los próximos gobiernos apliquen lo acordado. Si nos dejan trabajar, avanzaremos
muchísimo más que lo que hemos avanzado con las armas en la mano. No nos da
miedo medirnos electoralmente con los partidos tradicionales”.
El sueño de Antonio es terminar la carrera de
Física que inició en la Universidad de Antioquia, en Medellín, e interrumpió en
2010, cuando la vida de estudiante era incompatible con la actividad en el
frente urbano de las FARC. “Tuvimos que irnos al monte. Me quedan dos semestres
de Física, después me gustaría estudiar Economía. La Física me ayudó mucho en
el desarrollo de la guerra”. Adora Medellín, aunque sabe que no podrá vivir en
su ciudad en los años próximos. “Sería muy arriesgado. Mi casa es Colombia, en
cualquier lugar me siento cómodo”.
En el tránsito de la clandestinidad a la actividad
política legal la guerrilla necesita altavoces para difundir su nuevo mensaje a
favor de la paz, frente al poderío mediático de sus detractores. “El acuerdo
estipula la creación de canales locales y regionales de televisión, y la
asignación de espacios en los canales públicos nacionales, así como frecuencias
de radio, que todavía no se han definido”, explica Antonio Ospina en el centro
de prensa del campamento Carlos Perdomo, desde el que se distribuye información
para la agencia de noticias de las FARC y las redes sociales.
Antonio Ospina revisa el trabajo en el centro de prensa del campamento Carlos Perdomo. /F.R.
En el campamento de Icononzo, a tres horas de
Bogotá, funciona la Primera Escuela de Comunicadores para la Paz, donde se
imparten cursos de periodismo, producción audiovisual, diseño gráfico y redes
sociales. Unos 70 guerrilleros procedentes de todas las zonas de concentración
pasan cinco horas diarias en aulas rudimentarias con techo de caucho y paredes
de lona. Salta a la vista la avidez de estos hombres y mujeres de aprender y
desarrollar su talento, visible u oculto, en actividades que nada tienen que
ver con la guerra.
Abelardo Caicedo Colorado, conocido como Solís
Almeida, es un combatiente curtido en mil batallas. Fue comandante del
histórico Frente 19 y actualmente es el máximo responsable del campamento Simón
Trinidad, en el municipio de La Paz (departamento de Cesar), próximo a la
frontera con Venezuela. Una noche, cuando la tropa se ha retirado a sus
aposentos, me invita a tomar un trago en su tienda de campaña. Es el refugio de
intimidad que comparte con su pareja, una guerrillera que nos recibe vestida
con una camiseta del Atlético de Madrid. Una cama doble, un ropero rudimentario
de madera, una mesa, seis sillas y un perchero del que cuelgan dos fusiles es
el mobiliario. Muchos combatientes ya han entregado sus armas, aunque el
proceso de desarme de las FARC avanza más lento de lo previsto en los acuerdos
de paz, del mismo modo que el Gobierno tampoco cumple sus compromisos al ritmo
establecido.
Habla del talento de sus hombres para la música, la
pintura, el deporte, la poesía, las artes en general. Me muestra en el
ordenador algunos vídeos de Martín Batalla, cantante de reggae, y
de Inty Maleywa, pintora de la guerra. Hace un silencio, y empieza a leer un
texto. Lo escribió durante la guerra. Es una crónica de la vida cotidiana de su
unidad, el día a día en el campamento móvil, los preparativos de una operación
contra el Ejército, el sigilo de los movimientos previos al ataque, la
ofensiva, el enfrentamiento, las bajas en ambos bandos… El comandante recuerda
que empezó a escribir en su libreta con el afán de mejorar su escritura. “Era
ininteligible”. Suenan entrañables las palabras de este guerrillero, 40 años en
las FARC, que sobrevivió a los peores bombardeos y por quien el Gobierno de
Estados Unidos llegó a ofrecer 2,5 millones de dólares de recompensa. Hoy, su
mayor temor es la violencia de los grupos paramilitares de ultraderecha, que
actúan bajo un manto de impunidad: “Que los que no caímos en medio de la
confrontación vayamos a caer en medio de la paz, eso sería doloroso para todos
nosotros, morir ahora que la apuesta es por la paz”.
“LUCÍA
GONZÁLEZ SOSPECHA QUE NO LO TENDRÁ FÁCIL EL FUTURO PARTIDO POLÍTICO DE LAS FARC
EN UN AMBIENTE TAN ENRARECIDO Y POLARIZADO”
Los guerrilleros actúan con el convencimiento de
que esta vez no hay marcha atrás en el proceso de desarme y de reintegración a
la vida civil. “Han salido a la luz pública, son muy activos en las redes
sociales, quieren intervenir en la sociedad”, subraya Lucía González, que
sospecha que no lo tendrá fácil el futuro partido político de las FARC en un
ambiente tan enrarecido y polarizado. “Algunos se irán para la política, pero
no encuentran quién les asesore. Están demonizados y muy solos. Es la sociedad
líquida de la que habla Zygmunt Bauman, lo que pasó en la Primavera Árabe y ha
pasado en España… Saben cómo no, saben que no, pero no saben cómo sí”.
La exasesora del Alto Comisionado para la Paz es
muy crítica con la sociedad en la que tendrán que integrarse los insurgentes desmovilizados:
“Es una sociedad ignorante, patriarcal, que todavía piensa desde la ficción
católica y que a punta de eso está amedrentada. La política predominante es
tramposa y premoderna. No tenemos en el Congreso de la República ni en el
escenario público progresistas de verdad, que ayuden a caminar hacia delante.
Aquí todavía tenemos política anticomunista, aunque el comunismo ya no existe
en el mundo”.
Abundan los analistas que vaticinan que cuando las
FARC aterricen en el avispero de la política colombiana se convertirán en una
organización irrelevante. “Por esencia, de las FARC se seguirá hablando, para
bien o para mal”, replica Iván Cepeda, senador del Polo Democrático, de
izquierda. “Si se analiza la prensa de los últimos 50 años, todas las semanas
ha habido alguna noticia relacionada con las FARC”. “No sabemos cuál es su
potencial electoral, porque nunca se han presentado a una elección. Sí sabemos
que tienen una base social campesina, y hay que habilitar el sistema electoral
en las zonas rurales para que las FARC puedan presentarse con garantías”.
Todo apunta a que, más allá del caudal de votos que
obtenga el partido de la insurgencia en unas futuras elecciones, los ex
guerrilleros pasarán más tiempo de lo previsto en las zonas donde están
concentrados. “Tienen que vivir en algún sitio”, subraya Cepeda. “Las FARC
tienen una historia muy vinculada al mundo rural. Es en este escenario donde
tiene que producirse su reincorporación”. El senador es partidario de dar la
posibilidad a la guerrilla de que desarrolle su modelo económico, “un modelo
esencialmente campesino, de producción agrícola. Este punto está contemplado en
el acuerdo pero no con la suficiente fuerza. Será una lucha que tendremos que
dar y que estamos dando”.
El acuerdo de paz contempla para los próximos 12
años la creación de un Fondo de Tierras para la distribución gratuita de tres
millones de hectáreas, y la formalización de siete millones de hectáreas de
predios que ocupa o posee la población campesina, a través de los Programas de
Desarrollo de Enfoque Territorial (PDET) en las regiones más pobres, más
golpeadas por el conflicto, con más cultivos y economías ilícitas y con menos
presencia del Estado. El Fondo mencionado se nutrirá de tierras recuperadas a
favor del Estado, provenientes de la Reserva Forestal, adquiridas o expropiadas
por motivos de interés social, inexplotadas y donadas. Las víctimas del
conflicto y las mujeres tendrán prioridad.
AUTOR:
FRANCES RELEA
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