Por Achiote Colectivo Agrario Abya Yala
"Consideramos que la defensa de la vida y el territorio no puede
ser una tarea aislada de nuestras comunidades indígenas, por la tanto
proponemos lazos de unidad, solidaridad, fraternidad y compromiso con quienes
compartimos el territorio como el campesinado, las comunidades afro
descendientes y demás sectores no solo agrarios y rurales sino también aquellos
urbanos con quienes nos identificamos en la necesidad de cambiar la historia de
este país” Declaratoria
Dialogo Nacional de Mujeres Indígenas por la Paz
Como lo señala la historiadora Diana Uribe, en
Colombia estamos en momento decisivo con la salida negociada al conflicto
armado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del
Pueblo FARC-EP y el Gobierno Nacional. Así mismo es esperanzador el anuncio de
marzo pasado de las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional ELN
para avanzar en la construcción de un mito fundacional como nación diversa que
no esté atravesado por la historia de la guerra.
El presente artículo quiere visibilizar la voz de
las comunidades organizadas indígenas, campesinas y afrodescendientes que como
se señala en el Informe de la Comisión
Histórica del Conflicto y sus Víctimas , han sido afectadas
profundamente con el desarrollo del conflicto armado no resuelto en el país,
pero que sin embargo avanzan con propuestas desde sus territorios de cara a los
postacuerdos:
“Los actores principales de hoy [en relación con la afirmación de
derechos] son ahora los pobladores urbanos, los desplazados por la guerra, los
sectores campesinos e indígenas, las mujeres, los reclusos de las cárceles, y
las minorías étnicas y sexuales. Sus demandas se nuclean en relación con el
anhelo de paz, con el rechazo a las modificaciones antidemocráticas de la
Constitución Política y de la legislación, la denuncia de las reformas
tributarias, el develamiento de los efectos negativos de los TLC, la
reivindicación de territorios, la oposición a los programas de erradicación de
cultivos ilícitos con fumigaciones que afectan las condiciones de vida y
medioambientales, la crisis del sector hospitalario público, los cambios del
sistema educativo, la situación de los desmovilizados y desplazados, y las
acciones indiscriminadas y violatorias de los derechos humanos por parte de los
cuerpos armados” (pag 67)
Como muestra del respaldo al proceso de negociación
del a Habana las comunidades han dejado presente sus posturas en temas tan
complejos como la llegada de los excombatientes a sus territorios.
En Caldono el pasado mes de julio las Autoridades
Tradicionales de los resguardos indígenas de Pueblo Nuevo, San Lorenzo de
Caldono, Pioya del Municipio de Caldono y Tumburao del Municipio de Silvia
hicieron pública una carta
donde ofrecen sus territorios para que se instale una ZVTN ante
el anuncio de las delegaciones de las FARC-EP y el Gobierno Nacional:
“Cuando se conoce la noticia de que Caldono es una Zona Veredal
Transitoria para la Normalización – ZVTN; para nosotros no es sorpresa porque
para ello nos hemos preparado, no tanto para recibir las grandes inversiones
que anuncian llegaran producto de la implementación posterior de los acuerdos,
nos preparamos para recibir a nuestros compañeros y compañeras que con
convicción o sin ella ingresaron a la insurgencia del cual hicieron parte de
las desarmonías y desequilibrio en distintos territorios del País pero que
serán bienvenidos, perdonando y haciendo compromisos para resarcir los daños
con ideas que transformen positivamente el orden social; dando claridad que
para nuestras comunidades ya existen normas desde nuestra Ley de Origen y que
por ello es importante el retorno de comuneros y comuneras a su casa espiritual
para equilibrar y armonizar la convivencia entre la comunidad y la Madre
Tierra”.
Por su parte las comunidades campesinas de las
Zonas de Reserva Campesina que se espera sean protagónicos en el postconflito
armado se han ofrecido como gestoras del proceso de implementación de los
acuerdos desde una visión crítica a leyes como la de las ZIDRES que consideran
en contra del proceso en curso. En la Declaración política de la asamblea
general de la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina – ANZORC
afirmaron:
“Los 66 procesos de Zonas de Reserva Campesina afiliados a ANZORC,
reunidos en asamblea general en el corregimiento de San Isidro de Pradera,
Valle, vemos como una gran oportunidad la eventual firma de un acuerdo final
con las FARC y la implementación de los acuerdos de paz. (...) La ANZORC en su
primera Asamblea General de 2016 decidió iniciar un proceso de anclaje
territorial de los acuerdos de paz, avanzar en las circunscripciones especiales
de paz, promover los territorios interculturales, luchar contra la expropiación
de 6 mil familias campesinas que viven en el supuesto “baldío de las FARC” en
El Pato Balsillas, El Yarí, el Losada-Guayabero y La Macarena, demandar la ley
de ZIDRES, construir guardias campesinas en sus territorios, instalar una mesa
con Min-ambiente y las CAR sobre ley 2da de zona de reserva forestal y áreas
protegidas regionales, formular una propuesta de control social sobre la
extensión de cultivos de coca, extender los procesos de asambleas populares en
todo el país y dinamizar nuestros procesos hacia la Asamblea Nacional
Constituyente”
En Natagaima del 12 al 14 de agosto del presente
año bajo el lema Mujeres
Indígenas tejiendo pensamiento para la defensa del territorio y la construcción
de paz con justicia social más de 170 mujeres indígenas de
diversos pueblos, luego de una marcha carnaval en el municipio públicamente
decidieron respaldar el Sí al plebiscito, entendiendo que la Paz solo es
posible con el fin del conflicto armado pero a sabiendas del gran desafío
cotidiano tras de la guerra:
“Consideramos que los pueblos indígenas no podemos
ser indiferentes al momento histórico que atraviesa el país en el cual se
define la terminación del conflicto armado. Proceso en el cual hemos venido
participando incluyendo el enfoque étnico en cada uno de los acuerdos y debemos
prepararnos para ratificar nuestro SÍ en el plebiscito como herramienta
principal para construir territorios de paz con justicia social, lo cual
traducimos como el equilibrio y la armonía en la relación con la Madre
Naturaleza y la garantía de condiciones para una vida digna de nuestros
territorios y por ende nuestras comunidades”.
Se ha declarado por las partes en la mesa que la
implementación de los acuerdos de la Habana exigen un enfoque diferencial para
garantizar superar las condiciones históricas y estructurales del conflicto
armado en Colombia. En este enfoque son necesarias las propuestas de las
comunidades desde los territorios, que además son una oportunidad de explorar
epistemologías diversas desde la cosmogonía de los pueblos que conciben la vida
misma más allá de los rígidos principios legales de la tradición anglosajona
presente en la constitución y la ley y que ponen en debate el drama cultural de
prácticas como el racismo o la extinción de comunidades originarias en
Colombia. En la Propuesta Interétnica de
Diálogos de Paz llevada a la mesa de la Habana en abril pasado
por parte de 6 organizaciones indígenas y afrolombianos se lee:
“Las comunidades negras, afrodescendientes, palenqueras, raizales y
pueblos indígenas concebimos el territorio como un bien colectivo, en función
de las necesidades de sus habitantes. El territorio es fuente de vida material,
cultural y ecológica. No es un bien comercial en función del beneficio privado.
El territorio tiene que ser visto como el espacio geográfico y libre donde las
comunidades puedan desarrollarse plenamente, es el lugar físico y simbólico
fuente de bienestar soberano, de independencia, bajo los principios de
autonomía, solidaridad, crecimiento, desarrollos propios, equilibrio y
sostenibilidad” (...)
“Los pueblos indígenas, negros, afrocolombianos, palenqueros y raizales
hemos sido víctimas históricas de estructuras excluyentes, de prácticas
racistas y discriminatorias del Estado, lo que nos ha impedido gozar de todos
los derechos y las garantías que tienen los y las ciudadanas en una nación. En
ese orden de ideas, el conflicto social y armado que ha vivido el país ha
afectado de forma particular a estas comunidades en todos los aspectos que una
guerra de 60 años pueda impactar a un grupo humano”
Para finalizar, diremos que el desafío de la
construcción de una Cultura de Paz en Colombia llevará varias generaciones pero
cada vez, como se intentó exponer hay más esperanza en movimiento desde los
territorios a favor de salir de la larga noche de los 500 años y de la herencia
colonial y republicana de la guerra.
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