COMUNICADO DEL 12 DE OCTUBRE A 533 AÑOS DE LA INVASIÓN: DEL SILENCIO IMPUESTO A LA PALABRA POR LA PROTECCIÓN DE LA MADRE TIERRA Y EL FIN DEL CAPITALISMO.




COMUNICADO DEL 12 DE OCTUBRE

A 533 AÑOS DE LA INVASIÓN: DEL SILENCIO IMPUESTO A LA PALABRA POR LA PROTECCIÓN DE LA MADRE TIERRA Y EL FIN DEL CAPITALISMO.

Cuando las leyes del hombre van en contra de las de la naturaleza no hay porque obedecerlas” Manuel Quintín Lame

Esta es la palabra que se levanta desde el corazón de la tierra. Esta es la voz que viene desde la oscuridad primera, cuando todo estaba en calma, en suspenso, cuando aún no había humanidad, pero ya estaba viva la claridad del agua, el pensamiento en unidad, la palabra acordada de los abuelos y abuelas padre y madre creadora de los pueblos del Abya Yala. Desde ahí comenzó a gestarse el amanecer.

Han pasado más de 500 años desde que Colón, armado de espejos rotos y palabras falsas, arribó a costas que no eran suyas. Llegó mirando con desprecio, creyéndose dueño de lo que nunca comprendería. Aquella primera mirada al Abya Yala —profundamente ignorante, profundamente violenta— marcó el inicio de una larga noche. La noche del despojo, del racismo, de la colonización mental que, aún hoy, sigue pesando sobre nuestras conciencias y nuestras formas de vida.

El 12 de octubre no celebramos un descubrimiento, sino que conmemoramos y honramos las resistencias y las victorias de los pueblos ante una invasión. No recordamos la llegada de la civilización, sino el comienzo de una profunda herida sobre nuestras tierras, nuestros cuerpos y nuestras memorias. El mito de la superioridad civilizadora, reforzado por la cruz, la espada, y luego el capital, quiso imponerse negando la sabiduría milenaria que habitaba ya en los cantos de los jaguares, en el vuelo del cóndor, en la medicina de la Ayahuasca, en el alma del Maíz, del Achiote, del Cacao, de la Coca y el Tabaco, del Peyote y demás medicinas propias de nuestros pueblos. 

Durante siglos, el sistema económico y cultural capitalista, heredero de esa conquista, ha construido su dominación sobre la violencia. Esa modernidad que presume progreso y civilización, ha sido posible solo por el sacrificio de millones de vidas humanas y la devastación de la madre tierra. Desde Potosí hasta el Amazonas, desde el Sahel africano hasta los deltas de Asia, la máquina del capital ha desangrado territorios en nombre de un desarrollo que sólo ha traído muerte y acumulación para pocos.

Hoy, incluso quienes se alzan como nuevas potencias del mundo,  repiten las fórmulas coloniales: extractivismo, industrialización acelerada, antropocentrismo. La modernidad que se vende como modelo universal es apenas una mutación del mismo virus civilizatorio que el Eurocentrismo inoculó en 1492. Un modelo que nos ha separado de la tierra, de los ciclos del agua, de la comunión con los animales, de los saberes transmitidos por los ancestros.

Pero la resistencia no se ha extinguido. Desde la selva, desde el monte, los campos y también desde las ciudades, las voces de los pueblos siguen despertando. Cuidanderos de la vida, guardianes de la biodiversidad, pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos del Abya Yala y del mundo han sostenido la llama del equilibrio y la armonía. Han defendido los bosques, los ríos, las semillas, los saberes que han sido relegados y saqueados por siglos.

La “Malinche” no fue traidora, fue símbolo del sometimiento y la manipulación, del control colonial sobre el cuerpo, la lengua y el deseo. El patriarcado y el racismo disfrazaron esa historia para justificar su dominio. Pero la historia se reescribe desde las voces que fueron silenciadas. Como recuerda Carmen Bohórquez, lo que se buscó dominar fue la naturaleza, la mujer, el conocimiento ancestral. Y eso aún está en disputa.

Hoy, desde los territorios, las voces cimarronas, como la de Robert L’Niño, retumban con fuerza: “Tumbando a los invasores y a su Cristóbal Colón… trinando como un sinsonte… ofreciendo resistencia…”. Las palabras de la indígena Lenca Berta Cáceres también nos golpean con urgencia: “¡Despertemos humanidad! Ya no hay tiempo”.

La descolonización es urgente. No sólo de nuestros territorios, sino de nuestras mentes, de nuestros deseos, de nuestros modelos de vida. El capitalismo, en todas sus variantes, ha demostrado su fracaso como proyecto de humanidad. Lo que necesitamos no es más tecnología sin alma, ni más consumo sin sentido. Lo que necesitamos es volver a la raíz don el Jaguar haga sentir  su rugir sin miedo nunca vencido. Donde la palabra vuelva a brotar desde el consenso, no desde la imposición.

Es tiempo de retomar el camino del Buen Vivir, del Suma Kawsay, del Vivir Sabroso, del Ie Cho. De entender que no somos superiores a los árboles ni a los ríos, que no venimos a dominar, sino a convivir. Que cada lengua ancestral guarda una clave para sanar, que cada ceremonia es una ciencia del espíritu, que cada semilla nativa es una promesa de futuro.

Este 12 de octubre, entonces, no lo recordamos para quedarnos en el dolor, sino para activar la fuerza viva de la memoria, para rugir con el Jaguar, volar con el Cóndor, la Guacamaya, el Águila  y cantar con el Sinsonte.

Es tiempo de despertar.
Es tiempo de volver al equilibrio.
Es tiempo de poner fin al capitalismo.
Es tiempo de volver a la palabra para la vida.


Coordinación Nacional de Pueblos Indígenas - CONPI  

Coordinación Nacional de Pueblos Indígenas CONPI. Contactos: conpicolombia2012@gmail.com - conpi.org@gmail.com 

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