4/23/2017
Colectivo Agraria Abya Yala
Por
Achiote / Colectivo Agrario Abya Yala
Muchas
preguntas rodean el proceso de implementación de los acuerdos de la Habana y en
las generaciones que serán protagonistas de la construcción de la paz en
Colombia hay gran interés sobre el proceso de dejación de armas de las FARC-EP
y en entender cómo construir canales de reconciliación, de perdón, de mirar
hacia adelante, como en el espiral que es reconociendo lo ya caminado, viendo
hacia atrás.
Desde
el sábado 8 de abril, hasta el miércoles 12, en la “semana santa” en que muchos
descansan, se reunió el Grupo Pijao, conmemorando sus 5 años de trabajo y en un
nuevo capítulo de la Escuela #CultivandoCosechas Juan Manuel Ortíz Palomá, en
homenaje a uno de los integrantes del grupo, que, siendo concejal de Natagaima,
trascendió en cuerpo en un accidente de tránsito. Como Colectivo Agrario Abya
Yala acompañamos la realización de la Escuela en dos días de trabajo en el
cabildo indígena Ico (deidad en las cosmogonía Pijao) Valle de Anape del
municipio de Ataco, Sur del Tolima. En la Escuela la afirmación y rescate de la
identidad ancestral Pijao, viene tejida del acompañamiento espiritual de los
Mohanes y Mohanas, mayores, mayoras y médicos tradicionales que reivindican el
uso del Tabaco y otras plantas de protección y conexión con la vida para la
vida. Los jóvenes Pijao lo saben y por eso los acompañan en su camino.
Como
principio de trabajo conocernos, escuchar nuestras historias, compartir como
jóvenes de 12 a 32 años, de cabildos indígenas de los municipios de Natagaima,
Coyaima, Chaparral y Ataco, jóvenes de padres y abuelos campesinos de Boyacá y
Bacatá. Al recorrer apartes de las biografías que nos juntaron en este
intercambio de saberes e historias personales fue clara la huella de la guerra.
Hermanos, padres y madres hoy ausentes de la vida cotidiana y de la lucha por
los derechos populares; familias campesinas desplazadas y desterradas por la
violencia de estado o la violencia económica. En respuesta afloran los deseos
de soñar y hacer posible el país negado, florecen los principios del Grupo y su
apuesta por afirmar la identidad como hijos y nietos de los pueblos indígenas y
campesinos. Son jóvenes, esperanza en movimiento que recorre el territorio del
Pueblo Pijao en Tolima como partida para habitarlo y para defenderlo.
Con
el escenario de construcción de Paz que abren los acuerdos de la Habana en la
vida cotidiana y en los debates y diálogos de calles y veredas en Colombia,
otro de los escenarios que trabajamos en la escuela teórico-práctica, desde las
expresiones que permite el “teatro del oprimido”, fue el manejo no violento de
los conflictos, camino por andar como sociedad en Colombia. La violencia de las
élites nacionales y su expresión regional y local, y las formas corruptas de
apropiación de lo público han generado un desprecio y repudio popular por el
ejercicio de la política, limitado hoy día en la mayoría de los casos por el
vacío ejercicio electoral. Con sus guerras y el desprecio por el pueblo han
venido generalizando esa misma violencia en las vidas cotidianas que se refleja
en las cosas más sencillas, en el bullyng, en la violencia contra la mujer, en
la falta de diálogo para enfrentar los problemas diarios. Esa herencia de múltiples y convergentes
formas de opresión debe erradicarse desde el poder político como un compromiso
real de lo pactado por parte del Estado Colombiano en Cuba y como elemento
básico que inspire la construcción de paz en el día a día.
En
esta mirada, en la Escuela #CultivandoCosechas Juan Manuel Ortíz Palomá
hablando a muchas voces sobre el proceso de implementación y la respuesta
generacional a la guerra, vimos cómo mientras en campos, veredas y pequeños
municipios, Grupos como el Pijao se preparan para ser partícipes desde los
territorios, se complementan con expresiones también juveniles como las vividas
en las ciudades tras la exigencia del derecho a la paz, la fiesta tras la firma
de las negociaciones en Cuba, la defensa masiva en las calles del acuerdo tras
la pérdida en el plebiscito y en la veeduría a la implementación tanto en el
"fastrack" como en el contacto directo de jóvenes estudiantes de
universidades privadas y públicas con procesos como los de la Zonas Veredales
de Transición y Normalización y la campaña Venga esa mano por la Paz.
En
estas manifestaciones resalta un espíritu de ciudadanía activa que contagia
corazones de todas las edades y que ve y sabe de política y se la juega por la
paz, que contrasta con las miradas neoconservadoras, fanáticas religiosas y
basadas en el miedo al cambio, que son expresadas en los actos homofóbicos y
llamados a desconocer el gran paso que se dió con la salida negociada al
conflicto armado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP del llamado Uribismo.
Ese espíritu guerrerista que ha habitado el miedo hoy día se acalla
amorosamente con el llamado a muchas voces, especialmente el de las víctimas de
la guerra, para generar espacios de reconciliación en esta Colombia herida por
la guerra, donde perdimos todas y todos y dónde quienes se beneficiaron
económicamente de la violencia puedan perdonarse y buscar escenarios de
justicia social que afirmen la diferencia.
A
través del mundo son muchas las imágenes que representan el miedo que impone la
guerra. En ese escenario como colombianas y colombianos somos vistos en el
mundo como esperanza de cambio. Ese es nuestro papel ahora en la historia como
generaciones. Así como inspiró Sudáfrica con el fin del Apartheid, o Irlanda del
norte con el fin de la guerra y el ejemplo de los países centroamericanos con
sus aciertos y sus muchas deudas con las víctimas, hoy nuestra Colombia con el
fin del conflicto armado, que camina con la férrea decisión de las FARC-EP y
del proceso que va con el ELN, tiene por responsabilidad mostrarle al mundo
como hemos resistido como pueblos al embate de la guerra en estos 525 años de
saqueo de la Abya Yala y como saldremos fortalecidos del conflicto armado de
estos últimos 60 años.
En
todo este proceso de cambio como nos lo enseñan los jóvenes del Grupo Pijao
tenemos que ver con orgullo a nuestra ancestralidad, a nuestra identidad, a
nuestro territorio, a la historia de la Colombia profunda. En cada región hacer
homenaje a nuestros héroes populares y conocer sus enseñanzas y aprendizajes es
fundamental. Para el país de la Colombia de las mayorías los Jóvenes Pijao
rescatan la herencia de Eutiquio Timoté, de la Cacica la Gaitana, de Manuel
Quintín Lame y desde el recorrido por el territorio del que son titulares el
cerro del Pacandé, los Nevados de la diosa
Dulima y del Ruiz, los picos de los avechuchos y sus gentes, se
construyen los nuevos relatos de fin del conflicto armado.
¡Señores
de la guerra su tiempo se acabó!
Gracias
Cubio :)
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